29 de marzo de 2024

No será lo mismo

No será lo mismo

Todavía me acuerdo, como si fuera ayer del Masters de 1995. Y porqué se preguntarán ustedes habla ahora Pinedo del Masters de 1995? Si precisamente esta semana se cumplen veinte años de la primera victoria de José María Olazábal, y sería una buena ocasión de rememorar una de las gestas del golf español, que lleva 15 años sin catar un Grande, justamente desde que el propio Txema se enfundase su segunda chaqueta verde.

¿Y? Pues es justamente esa primera chaqueta la que me permite acercarme a todos ustedes para jugar un poco al abuelo cebolleta y traerles una anécdota que aquel año me hizo mucha gracia, bueno son dos, y que hoy me tiene un poco melancólico porque en esta edición del Masters me va a faltar algo pase lo que pase de aquí al domingo.

A lo que íbamos. Como siempre por aquel entonces habíamos llegado el lunes por la noche a Augusta y tras instalarnos el martes por la mañana nos fuimos tempranito al campo, el jet lag ayudaba lo suyo a madrugar, para empaparnos cuanto antes del primer Grande del año. Tuvimos la suerte de que tras acreditarnos y demás papeleos, llegamos justo para ver salir en su vuelta de entrenamiento a Severiano Ballesteros y al defending champion José María Olazábal. Pero nos sorprendió ver a un jovencito de color muy escuchimizado, delgadísimo y reconozcámoslo desconocido para nosotros, acompañándoles. Afortunadamente estaba mi buen amigo, y hasta el año anterior compañero de retransmisiones, Sergio Gómez, para aclararnos que aquel chaval era el ganador del US Amateur. Si, supongo que a estas alturas ya lo han adivinado, era Tiger Woods quien la víspera se acercó, con todo su desparpajo, a Txema, para preguntarle si podría compartir una vuelta de prácticas con él, y eso pese a que el jueves iba a jugar con él. A lo que evidentemente José Mari no puso ninguna pega previa consulta con Seve.

El caso es que llegamos allí y en el 1 de repente me quedé atónito al ver a ese famélico jovencito, dicho con todo el respeto y mucha dosis de sentido del humor, atizar a la bola y sobrevolar el bunker de la derecha, todavía no se habían hecho las reformas, alegremente de vuelo, algo que apenas uno o dos jugadores de la época, podían presumir hacer. En el dos nuevo zurriagazo inhumano y nosotros nos reíamos viendo las caras que ponían Txema y Seve. En el 3 se nos acerca José Marí y nos pide si alguno le podemos prestar una falda porque al no haber tees de mujeres en Augusta a lo mejor así se apiada el chico de ellos. Porque en cada drive les estaba sacando casi 50 metros. Ya en el 5 Olazábal dejo de mirar a su compañero de juego al grito de “me va a sacar de swing”.

Ese joven se podía poner detrás de mí y nadie le veía, hoy, y pese a mi tamaño, me pongo detrás suyo y nadie me ve, así es como he medido entre otras cosas la evolución de Tiger Woods, el mejor jugador de esta época y puede que el mejor de la historia, aunque no me gusta mucho entre en esos juegos, porque Mozart y Beethoven eran los dos muy muy muy grandes.

Ya han pasado 20 años y en esta edición precisamente Tiger no va a estar. No es una pérdida irreparable pues el golf y el Masters están por encima de los nombres, pero para algunos, entre los que me incluyo, va a ser como un pinzamiento continuo en el corazón cada vez que empiece una jornada. Luego la belleza del campo, la emoción del torneo, las ganas que tenemos todos de Grande, han pasado 8 meses desde el PGA, y ese cosquilleo de los últimos 9 hoyos del domingo, harán que ese pinzamiento remita, pero yo me seguiré acordando de ese chaval que me sorprendió en 1995 y que luego me ha hecho feliz como comentarista con sus gestas, pues me ha permitido ver grandes momentos de la historia del deporte, todo un privilegio, me seguiré acordando de José María Olazábal y de sus caras en aquella vuelta de prácticas, y aunque como dice el tango, veinte años no es nada, de vez en cuando si te hacen sentir el peso de la nostalgia. Por eso quería decirle a Tiger que yo si me acordaré de él.

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