Del dominio más absoluto a apretar los dientes. Así puede resumirse el paso por la Ryder Cup del conjunto de Europa que, tras dominar los dos primeros días de competición, acababa pidiendo la hora en la jornada final, rebelión mediante de Estados Unidos, que se revolvió como un animal herido y enseñó los dientes. Sin margen para el error, sus jugadores sacaron su mejor repertorio en el complicado Black Course de Bethpage.
La jornada final, como decimos, estuvo cargada de tensión, dramatismo y algunos episodios inesperados, el equipo de Europa logró vencer por 13-15 con argumentos como brillantez táctica, momentos individuales brillantes y, también, controversia y contratiempos físicos.
El combinado azul llegaba con siete puntos de ventaja a la última jornada y necesitaba únicamente dos para retener el preciado título, y a 2,5 de ganarla, todo ello con 11 puntos por delante en los hoyos. Sin embargo, el primer contratiempo llegó de la mano del noruego Viktor Hovland, que al estar lesionado en las cervicales obligó al conjunto europeo a empatar uno de los partidos, el que iba a jugar contra Keegan Bradley, por lo que ya tenía un empate en el bolsillo. El premio, más cerca.
Eso, más allá de enaltecer el Viejo Continente, le apagó la luz, provocando una desbandada inmensa en el conjunto de las barras y estrellas.

Artillería total en ambas filas, con Cameron Young rascando el primer punto para EE. UU ante Justin Rose (1up), Justin Thomas haciendo lo propio ante Tommy Fleetwood (1up), Bryson DeChambeu empatando tras una excelente recuperación (llegó a estar cinco abajo en los siete primeros hoyos) frente a Matt Fitzpatrick y Scottie Scheffler desquiciando (con ayuda del público un día más) a Rory McIlroy (1up). El coste, solo medio punto en los cuatro primeros partidos, empezando el tembleque de piernas.
Europa necesitaba solo punto y medio y empezó a respirar gracias a Ludvig Åberg, quien sacó un 2&1 ante uno de los jugadores norteamericanos que mejor se había desempeñado los días previos, Patrick Cantlay. Acto seguido, volverían los nervios pues Xander Schauffele superaba con bastante solvencia a un Jon Rahm que había ido de más a menos y que cedió su duelo con un 4&3.
Otro golpe directo al mentón que se acrecentaba con la victoria (2&1) de J.J. Spaun, otro de los debutantes en norteamérica, sobre Sepp Straka y la de Ben Griffin (1up) ante Rasmus Højgaard, hasta que Shane Lowry logró el punto que retenía el trofeo para Europa al empatar ante Russell Henley, baile y algarabía incluidos en el green tras un magnífico putt en el 18. Aguantar y resistir eran las señas de identidad de Europa.

Necesitando todavía un punto más para llevarse el triunfo y no solo retenerlo, Europa se encomendó a Robert MacIntyre para obtener el mismo resultado frente a Sam Burns y cerró su actuación con Tyrrell Hatton, a veces héroe y a veces villano (esta vez lo primero), sorteando el ataque de Collin Morikawa para también empatar y conseguir el definitivo punto número 15. Título y baño en champán.
Deportivamente, Europa sale reforzada: retener la Ryder Cup fuera de casa no solo es un triunfo numérico, sino una declaración de fortaleza colectiva de su generación de jugadores. Es el 14º triunfo en 23 ediciones desde que el equipo europeo decidió abrirse a todo el continente, una decisión que se ha comprobado más que acertada.