2 de diciembre de 2025

El silencio de Tiger en Bahamas: Debemos dejar de pedirle milagros y empezar a pedirle un buggie

  • Tiger Woods ejerce de anfitrión, pero no de jugador esta semana. Su ausencia confirma lo que nadie quiere decir en voz alta: el «Sunday Red» ya no necesita más sufrimiento, necesita el Champions Tour.

El Hero World Challenge en Albany, Bahamas, es el jardín trasero de Tiger Woods. Es su fiesta, son sus invitados y son sus reglas. Durante años, este torneo de diciembre fue la excusa perfecta para verle probarse, para alimentar nuestra insaciable esperanza de que el año siguiente ganaría otro Major.

Pero hoy es martes, estamos a las puertas del torneo, y Tiger no está en el horario de salida.

Su ausencia como jugador esta semana no es una simple «baja por precaución». Es un mensaje ensordecedor. Que, como aficionados, tenemos la responsabilidad moral de descifrarlo de una vez por todas: El Tiger Woods de los 72 hoyos caminando bajo presión extrema se está apagando. Y ¿saben qué? No pasa nada.

La batalla entre el orgullo y la biología

Llevamos tres años analizando su swing, su velocidad de bola (que sigue siendo absurda) y su toque alrededor de green. «¡La pega como los jóvenes!», gritan emocionados cuando sube un vídeo a Twitter. Pero el problema nunca ha sido el golf. El problema es la caminata.

Tiger es un guerrero espartano atrapado en un cuerpo que ha sufrido más cirugías que temporadas completas en la última década. Pedirle que compita contra Scottie Scheffler o Xander Schauffele caminando cuatro días seguidos no es deporte, es masoquismo.

El tabú del Champions Tour (y por qué debemos romperlo)

Aquí es donde va una opinión impopular: Queremos ver a Tiger en un buggie.

Ya está dicho.

Existe un estigma ridículo sobre que Tiger Woods es «demasiado grande» para el PGA Tour Champions (el circuito senior). Que ver al mejor de la historia usando un buggie para moverse entre golpes es una derrota.

Todo lo contrario. Una derrota es verle retirarse el viernes de un Major cojeando visiblemente. Una derrota es verle sufrir para firmar un 78. Una victoria sería verle en el circuito senior, montado en su buggie, fresco, sin dolor, destrozando a sus viejos rivales y sonriendo.

¿Se imaginan las audiencias del Champions Tour si Tiger confirma su presencia regular? ¿Se imaginan volver a verle levantar trofeos, aunque sean en el circuito de +50 años?

Esta semana en Bahamas, Tiger servirá las copas y entregará el trofeo el domingo. Seguramente sonreirá ante las cámaras. Pero su renuncia a jugar nos dice que la transición es inminente.

No necesitamos que Tiger Woods nos demuestre nada más en el PGA Tour. Ya hizo lo imposible en 2019. Ahora, egoístamente, lo que necesitamos es verle jugar al golf. Simplemente jugar. Y si para eso necesita un buggie y un calendario senior, que así sea.

Señor Woods, deje de luchar contra la gravedad y empiece a disfrutar de su legado. Estaremos mirando igual.

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