Efectivamente, corría el año 1995… y Severiano Ballesteros la armó, pero bien armada, en el Club de Campo Villa de Madrid para ganar el Open de España de aquella inolvidable edición, sobre todo si se tiene en cuenta que quienes lo presenciaron, sin saberlo, estaban disfrutando de su última victoria profesional individual de su exitosa carrera. Luego llegarían conocidos acontecimientos muy amargos que precipitaron el desenlace de su vida mucho antes de lo que todos hubiésemos querido, pero aquello también es otra historia.
Antes, en aquel citado 1995, hubo momentos para la satisfacción y la veneración, la consecuencia inevitable para quien acaparó entonces su tercer triunfo en el Open de España, en el mismo escenario donde se disputa ahora la edición de 2025 de este torneo centenario, repleto de gestas históricas gracias, entre otros, a actuaciones memorables como las que llevó a Severiano Ballesteros a levantar el trofeo de campeón en aquella ocasión.
Por si fuera poco, hacía diez años que los españoles no ganaban el Open de España, rompiéndose por fin un maleficio con un triunfo basado en esta ocasión en la constancia, la tenacidad y la genialidad, esa que intrínsecamente caracterizaba siempre a Severiano. Por si fuera poco, para completar el éxito español, Pepín Rivero y Nacho Garrido empataron en segundo lugar, colmando las expectativas de todos los aficionados.
En aquel 1995, el espectáculo del hoyo 18 fue apoteósico. Severiano Ballesteros había dejado su segundo golpe, con un wedge, a pocos más de un metro de bandera y aseguraba su triunfo en el Open de España. Sólo había dos opciones plausibles: si la metía, el golpe le daba dos de ventaja sobre Rivero, Garrido y, quizá, también Gordon Brand Jr y Peter Baker, los primeros extranjeros en la parte alta de la tabla; si fallaba, nadie suponía que errase su segundo putt, por lo que ganaría por un golpe.
Lo cierto es que ninguno se detenía a pensar en estas otras posibilidades porque el ambiente de euforia era simplemente increíble y la única idea que pululaba en el ambiente es que Severiano rubricaría el birdiepara romper de paso con una sequía de diez años de victorias españolas, que duraba desde que el propio Ballesteros se impusiera en el recorrido barcelonés de Vallromanes en 1985.
Dicho y hecho, Severiano anotó a la primera y la pasión se desbordó como si de un albero taurino se tratara. Los aficionados, motivados por la euforia, se fueron hacia su ídolo para abrazarle y festejar el triunfo sobre el mismo escenario, desarbolada la frágil barrera de las cuerdas.
La pena, en este caso, es que el golf no se acaba hasta que no se entregan las tarjetas, y hubo que cortar semejante demostración de cariño popular hacia su ídolo con un cordón humano que protegiera al ganador para que procediera a cumplir con el protocolo establecido. De otra forma, la espontánea subida a hombros del héroe se hubiese hecho inevitable, entre otras cosas porque la comunicación entre los entregados miles de espectadores y Ballesteros fue absoluta a lo largo del día y, ya desbordante, en los momentos previos y posteriores a la confirmación del triunfo.
El impresionante apoyo de la afición
Severiano lo reconoció con franqueza al acabar: “Hoy la afición de Madrid me ha llevado en volandas hasta la victoria. Su apoyo ha sido fundamental para ganar. Nunca había visto tanto entusiasmo en España, ha sido como en otras épocas en Inglaterra, con el público claramente a mi favor, y es reconfortante después del duro trabajo que he tenido que realizar a lo largo de toda la semana.”
Esta última frase hacía referencia, sin ir más lejos, a los tres bogeys consecutivos de salida que cometió el cántabro en la última jornada. El fuerte traspié no generó sangre, y es que Gordon Brand también cometió un error y Peter Mitchell, tres, incrementándose de inmediato la sensación de que cualquier cosa podía ocurrir. La idea tomó cuerpo cuando Severiano hizo su primer birdie en el hoyo 4, uno de los pares 5 del campo donde el cántabro exhibía mayores opciones de rascarle golpes al recorrido, al tiempo que Brand, con dos golpes de ventaja, no daba la sensación de ser un líder sólido.
Las previsiones se cumplieron tan solo unos hoyos más allá, cuando Gordon Brand cometió tres errores consecutivos entre el 9 y el 11, Peter Baker —también entre los candidatos al triunfo— erraba en los dos pares 3 y los tres españoles salvaban el tipo con determinación.
La clasificación echaba humo, con Ballesteros, Pepín Rivero y Nacho Garrido liderando el torneo a falta de siete hoyos para la conclusión. El nerviosismo y las ganas de apoyar a los suyos se trasladó de inmediato a los aficionados, que convirtieron el Club de Campo Villa de Madrid en escenario de ánimos exacerbados.
Oficio, constancia y calidad
La emocionante situación se mantuvo hasta el hoyo 12, otro par 5 donde los favoritos aprovecharon para hacerle birdie al campo. Se imponía el oficio, la constancia, la calidad, y los tres españoles la exhibieron de diferente forma. Pepín Rivero sumando seis pares consecutivos en la recta final; Nacho Garrido compensando un birdie con un bogey para empatar en la segunda plaza; Gordon Brand cediendo un bogey en el 17, punto donde Peter Mitchell cometió doble bogey…
Quedaba, pues, la propuesta de Severiano Ballesteros, salvando con maestría el hoyo 15 con un magnífico wedge que dejó la bola a un metro de bandera antes de asegurarse el liderato con dos pares en el 16 y el 17. Quedaba el 18, donde Seve dejó la bola a poco más de un metro del hoyo de segundo golpe. Y se armó, vaya si se armó.
El genio cántabro, de nuevo merecido campeón, tres triunfos en el Open de España, el último en aquel 1995 que constituyó la última victoria individual de su increíble carrera.