12 de octubre de 2024

El negocio del Golf

El negocio del Golf

Decía la semana pasada Abel Jiménez, Director del Golf Negralejo, al que agradezco su colaboración y doy la bienvenida a esta su casa, que el 2012 sería un año de cambios. Optimista siempre ha sido Abel. Yo no lo veo tan claro. Los cambios son necesarios. Dudo que haya voluntad de afrontarlos.

El golf es uno de los pocos deportes que son una industria en si mismos. No hablo del mundo profesional, ni siquiera del “boom” inmobiliario, que ha ido asociado al desarrollo de campos en España, en los último tiempos. Hablo del día a día de los cientos de clubes comerciales que pueblan la península ibérica.

El negocio, a primera vista es sencillo, una inversión inicial para la construcción del campo y sus pertinentes permisos, y una explotación posterior de las instalaciones. Como cualquier industria necesita de los usuarios para funcionar y ser rentable.

Es aquí, donde el planteamiento de base falla. El golf aficionado ¿es entretenimiento o deporte?. Ambas cosas y como tal debemos enfocar el negocio.

El golf nació en nuestro país en clubes privados de acceso restringido, donde jugar sin ser socio suponía un coste elevado, reservado obviamente a las clases más pudientes. Los clubes comerciales heredaron esta política de tarifas. Por poner un ejemplo: El Centro Nacional, club popular por antonomasia, tiene un “green fee” diario de 36 €, mientras que el Retamares Casino Golf, club privado, ofrece a los jugadores externos un “green fee” diario de 43 €. Cierto es, que este último no es de los más exclusivos de la capital.

La diferencia entre una tarifa y otra, apenas es significativa y además en el caso de la mayoría de los campos comerciales, solamente hay dos tipos de tarifas: diario y fin de semana o festivo. Como bien apuntaba Abel Jiménez en su artículo, situación nada habitual en otros sectores.

Muchos propietarios de campos esgrimen, que los costes de mantenimiento de los mismos, así como la amortización de las inversiones realizadas, no les permiten tener margen de maniobra para instaurar tarifas más asequibles ó ampliar su rango por franjas horarias, por poner un ejemplo.

No he estado en el día a día de la gestión de un campo comercial, pero si he tenido la posibilidad de hablar de ello con muchos directores. De estas conversaciones se puede deducir que el coste de mantenimiento de este tipo de instalaciones varía según su calidad, diseño, orografía, y tipo de hierbas. Esto unido al consumo de agua, personal y mantenimiento de las instalaciones supone un coste anual que varía entre los quinientos mil y dos millones de euros.

En un planteamiento muy grosero de la situación, habría que dividir este coste por el número de salidas anuales que un campo de golf puede ofrecer y así obtener el coste que se ha de repercutir en el “green fee”. En este ámbito, el dato que ofrecen los directores, varía entre las veinte mil salidas anuales hasta las sesenta mil. En otro calculo somero, el total anual de salidas de un campo medio puede situarse en las sesenta y cinco mil, aunque esta estimación varia en función de la localización geográfica del campo, horas de sol etc.

A la vista de estos datos un campo medio tiene margen de maniobra para poder adecuar sus tarifas a épocas del año y franjas del día. Pudiendo en algunos casos ofrecer “green fees” a precios económicos, que sin duda, permitirían el acceso de nuevos usuarios a este entretenimiento, de otra manera el negocio, bajo mi punto de vista, fracasará.

Este no es la único cambio que debería afrontarse. Otros aspectos como son los métodos de enseñanza y la relación de la R.F.E.G. con el mundo aficionado, que no amateur – habría que diferenciar entre ambos términos -, también merecen una reflexión de la que nos ocuparemos en posteriores artículos.

Hasta la próxima.

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